Trabajar y estudiar: así vive la generación sí-sí

¿Estudias o trabajas?”, además de una vieja fórmula que hace tiempo que quedó obsoleta para empezar a ligar con otra persona, es una pregunta que en realidad esconde cuatro posibles respuestas: “Estudio”, “Trabajo”, “Ni estudio ni trabajo” o “Estudio y trabajo”. Por desgracia, los jóvenes con edades comprendidas entre los 20 y los 24 años que responderían a esa pregunta con la tercera opción (“ni estudio ni trabajo”) superan en España el 22%, más del triple de quienes responderían con la cuarta y última opción (“estudio y trabajo”).

Trabajar y estudiar: así vive la generación sí-sí

Si ampliamos la franja de edad, y según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el número de “ninis” en España entre los 16 y los 29 años ronda los 1’3 millones de personas, mientras que los “sisis” superan por poco el medio millón. Hace una década, el número de “sisis” en España superaba el millón de personas.

Este descenso en el número de “sisis” en España se explica, fundamentalmente, por la destrucción masiva de puestos de trabajo a raíz de la crisis, que también ha provocado que los jóvenes tengan menos oportunidades laborales y muchos de ellos busquen trabajo en el extranjero. Otros factores que intervienen en ese descenso son el descenso demográfico, la pérdida de poder adquisitivo (tanto de los jóvenes como de sus padres) y, en menor medida, la subida de las tasas universitarias.

La generación ni-ni es una etiqueta con una acusada connotación negativa utilizada para definir a las personas que ni estudian ni trabajan. En el lado opuesto se sitúa la generación sí-sí, a la que pertenecen las personas que compatibilizan su trabajo con los estudios. El gran desafío al que se enfrentan los jóvenes (y no tan jóvenes) que compaginan su empleo con su formación es la falta de tiempo.

Si el trabajo que tienen es a tiempo completo, lo habitual es que estén trabajando 8 horas diarias, a las que hay sumar el tiempo de la comida (y en España ya sabemos que muchas veces alcanza o incluso supera las dos horas) y el tiempo del transporte de casa al trabajo y del trabajo a casa. En función de la distancia, el transporte y el tiempo de comida, el tiempo que pasamos directa o indirectamente en el trabajo oscilará entre las 10 y las 12 horas diarias. Podemos encontrar jóvenes sí-sí que trabajan en I+D o que trabajan en prevención de riesgos laborales, entre otros muchos sectores.

Hasta aquí todo sería más o menos igual que la vida de cualquier persona con un empleo, pero en el caso de los miembros de la generación sí-sí hay que añadir el tiempo dedicado a los estudios. Si la formación es presencial, nuevamente hay que tener en cuenta el tiempo dedicado al transporte, además del horario de las clases; y si se trata de formación online, puede que nos ahorremos el tiempo de desplazarnos al centro de formación, pero seguiremos teniendo que sacar tiempo de donde sea para estudiar. El problema es que ese tiempo se lo quitamos a nuestras horas de descanso -no deberíamos dormir menos de 7 horas diarias- y a nuestro tiempo libre.

Está claro que pertenecer a la generación sí-sí conlleva una gran capacidad de sacrificio y supone un gran esfuerzo físico y mental que puede aliviarse en parte si el trabajo es de media jornada y/o la formación no es de carácter presencial. Pero subrayamos la expresión “en parte” porque el esfuerzo seguirá siendo tan notable como admirable. A cambio, un “sí-sí” desarrolla su actividad profesional al tiempo que amplía su formación, relacionada o no con su trabajo. Y eso hace que mejore como profesional y, lo más importante, como persona.

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