¿Cómo madrugaban cuando no existía despertador?

Aunque a primera vista no lo parezca, el despertador es un buen aliado para dormir bien. Si no existieran los despertadores ni las alarmas, difícilmente podríamos descansar pensando en cómo despertarnos a la hora señalada. Sobre todo porque no todos tenemos esa capacidad mágica de nuestras madres, padres y abuelos para despertar cada día a la hora adecuada sin la ayuda de un despertador o de una alarma.

¿Cómo madrugaban cuando no existía despertador?

Pero claro, los despertadores no han existido desde siempre. En el siglo III a. C, los griegos idearon un pájaro mecánico que sonaba cuando la marea subía de nivel, pero el primer despertador parecido a los actuales parece que lo inventó Levi Hutchins, un relojero de Estados Unidos que debía levantarse cada día a las 4 de la mañana, así que no le valía con un despertador natural como la luz del amanecer. Hutchins colocó una palanca en el número 4 para que sonase una campana cuando la aguja llegase a esa hora.

Además de los primeros rayos de sol del día, hay otros despertadores “analógicos” que se han aprovechado a lo largo del tiempo para madrugar y que aún se utilizan en algunos lugares, especialmente en los pueblos, como el repicar de campanas en las iglesias o el canto del gallo. Los gallos no necesitan la luz del amanecer para despertarse porque tienen el mismo despertador que muchas personas: su reloj biológico.

Acostarnos y levantarnos a la misma hora es un buen hábito (muchas veces difícil de cumplir) que ayuda a poner en hora nuestro reloj biológico y que nos facilitaría poder despertarnos a la hora indicada sin necesidad de un despertador. Eso sí, por si acaso, lo mejor es ponerse una alarma. O dos…

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