Beneficios y desventajas de la jornada intensiva

En función de su jornada laboral, podemos distinguir tres grupos de trabajadores: aquellos que tienen jornada intensiva todo el año, los que sólo la tienen los viernes y/o en los meses de verano y quienes nunca pueden disfrutar de una jornada intensiva.

Este último grupo de trabajadores tiene motivos para mirar con envidia cómo los demás tienen más horas de fin de semana durante el año y cómo no tienen que trabajar por las tardes en los meses de verano. La jornada intensiva tiene más beneficios que desventajas. Aquí repasamos esos pros y contras:

Beneficios de la jornada intensiva

1. Más tiempo libre. Terminar la jornada laboral a las 15:00 o las 16:00 en lugar de hacerlo a las 19:00 o a las 20:00 (o incluso más en función del trabajo), nos permite disfrutar de más tiempo para hacer deporte, quedar con los amigos, estar con los niños… o echarnos la siesta.
2. Comer en casa. Si salimos pronto del trabajo, puede que tengamos la posibilidad de volver a comer a casa, algo que es más sano y barato que comer fuera.
3. Más descanso y menos estrés. La jornada intensiva hace, por regla general, que estemos más descansados, menos estresados y con mejor humor.
4. Somos más productivos. Está demostrado que las personas que trabajan en jornada intensiva rinden mejor que aquellas que pasan más horas en el puesto de trabajo.
5. El trabajo se hace más llevadero. Saber que tendremos toda la tarde libre hace que llevemos mejor nuestra carga de trabajo y que, en muchos casos, disminuya la sensación de estar explotados.

Desventajas de este tipo de jornada

1. Tenemos menos tiempo para sacar el mismo trabajo. En el período en el que se aplica esta jornada, normalmente tenemos que trabajar una hora menos que de costumbre. Y eso es una ventaja, pero al mismo tiempo un inconveniente porque disponemos de menos tiempo para cumplir con nuestras tareas.
2. Puede que madruguemos más. La jornada intensiva implica, en muchos casos, tener que levantarnos antes por la mañana, así que conviene que también nos vayamos antes a la cama por la noche.
3. Corremos el riesgo de malacostumbrarnos. Si la jornada intensiva se reduce a los meses de verano, lo más probable es que nos venga el bajón cuando llegue el mes de septiembre y volvamos al horario habitual. Y eso “no mola”…