1. No tener sitio
Pues sí, es muy triste pero a veces nos ha pasado. Llegar (saber en la empresa que vas a llegar) y que no tengas sitio. El primer día solucionarán el tema colocándote en el sitio de algún compañero que ese día no esté por alguna circunstancia. Usarás su ordenador, que está ‘customizado’ y organizado a su gusto y no al tuyo, y tendrás que hacerte hueco en esa mesa llena de papeles y cosas que a tu juicio no tendrán ninguna utilidad.
2. No tener correo
Algunas empresas te lo dan rápidamente pero en otras, tu nueva dirección de correo electrónico tendrá que esperar a tu segundo día de trabajo. Y esto no es algo sin importancia ya que durante el primer día, si necesitas el correo electrónico, tendrás que usar el personal.
3. Sentirse como un becario
Aunque tengas 40 años, tu primer día es como sentirse de nuevo becario. Y lo peor es que te pondrán a alguien 15 años más joven que tú a enseñarte la mecánica de trabajo y tú te sentirás no mal, sino muy mal.
4. ¿Y el baño?
El primer día estarás pegado a tu silla las 8 horas intentando llamar la atención lo menos posible, pero fisiológicamente es imposible porque hay que satisfacer una serie de necesidades. Tratarás de buscar tú solo el baño pero en empresas muy grandes a veces es complicado. Incluso cuando lo encuentres, si alguien te ve, seguro que te dirá: “Pero hombre, ¿cómo vienes a este baño? ¡Si hay uno detrás de tu sitio!
5. La hora de la comida
Sin duda, comer por primera vez con gente totalmente desconocida, es una situación incómoda. Sobre todo porque te sentirás fuera de lugar en todas las conversaciones y anécdotas propias. Además, tu comida y tu ‘tupper’ serán sometidos a un intenso ejercicio de análisis por parte de tus nuevos compañeros.
6. Eh, perdona
Obviamente, el primer día en un trabajo nuevo vas a recibir de un plumazo gran cantidad de información entre la que destacan los nombres de tus nuevos compañeros. Ellos solo tienen que aprenderse uno, el tuyo, pero tú tienes que aprenderte muchos. Y eso costará no un día ni dos, tal vez algunos más dependiendo de el tamaño de tu empresa. Hasta que completes ese proceso de aprendizaje tendrás que dirigirte a tus compañeros bajo fórmulas del tipo ‘ey, perdona’.
7. La hora del café
Como en la hora de la comida, el rato del café o el del desayuno suelen ser bastante violentos el primer día de trabajo. Normalmente uno suele escuchar más que hablar. En el caso del desayuno, muy probablemente lo que pidas estará condicionado por lo que pidan los demás para no desentonar mucho. Si realmente lo que te apetece es una gran palmera de chocolate, a lo mejor te quedas con las ganas y te pides solo un descafeinado. Pero con el tiempo acabarás pidiéndotela.
8. La hora de la salida
Otra situación ridícula en muchos sectores y puestos es la que se da cuando llega la hora de salir y ves que tus compañeros se quedan. Tú realmente te preguntas por qué se quedan si aparentemente el trabajo está hecho y te pones nervioso porque claro, tienes vida más allá de tu trabajo. ¿Te quedas? ¿Te vas? Y si te quedas… ¿qué te quedas haciendo? Le preguntarás al jefe que si ya está todo y si necesita algo más antes de irte y si todo va bien, te irás ya. Con el tiempo posiblemente tengas menos reparo en cumplir tu horario a rajatabla, cuando ya no duden de tu compromiso con la empresa.
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