Normalmente los contratos de trabajo no contienen cláusulas demasiado rebuscadas. Suelen incluir una de confidencialidad, otra de fidelidad, de cuidar los materiales, de no robar, de ir aseado… en fin, lo normal. Pero en ocasiones, y sobre todo en las profesiones más mediáticas, nos encontramos con ciertas cláusulas curiosas. Aquí te mostramos algunas.
1. No trabajar en un sitio concreto.
Muchas empresas imponen a sus trabajadores no irse a la competencia, o a una empresa concreta de esa competencia, como parte del contrato de trabajo. En ocasiones esas cláusulas establecen un periodo máximo para cumplirlo.
2. No tener una relación sentimental con un compañero.
No pocas veces nos hemos enterado de relaciones entre compañeros totalmente en la clandestinidad. A veces es simplemente por precaución pero existen contratos con cláusulas de este tipo.
3. No participar en apuestas deportivas.
Una de las cláusulas que exige la FIFA para los contratos de futbolista es la de que éstos no pueden participar de ninguna forma en apuestas deportivas o quinielas. Y eso que en más de una ocasión se ha ‘cazado’ a algún futbolista haciendo quinielas… ¡y poniendo a su equipo que pierde!
4. No mantener relaciones sexuales.
Este caso fue sonado en su día. La tenista rusa Maria Sharapova incorporó en 2013 en su contrato de trabajo con su nuevo entrenador, el alemán Dieter Kindlmann (ex jugador profesional de tenis de 30 años de edad entonces), una cláusula sin precedentes en el mundo del deporte que no admite mantener relaciones sexuales entre ambas partes. Seguro que en los contratos más comunes, en otros ámbitos, también hay condiciones parecidas.
5. Mantener relaciones sexuales.
Si a Sharapova lo que le importaba era no tener relaciones sexuales, a la modelo y actriz Joanna Krupa le preocupaba todo lo contrario, que su marido no responda en la cama según lo esperado, así que también ha recurrido a una cláusula previsora. Más que un contrato matrimonial parece uno de trabajo.
6. Taza del váter nueva y papel higiénico rojo.
Bayoncé también exige en sus contratos de trabajo ciertas cláusulas. Algunas parecen insólitas pero no lo son tanto, como la taza de váter sin estrenar (esto también lo exigía Madonna, por ejemplo), que todo el personal vaya vestido con ropa de algodón, o querer papel higiénico de color rojo y pajitas hechas de titanio para sorber su agua alcalina, servida exactamente a 21 grados.
7. Un paseo por los años 20.
Aunque absolutamente desactualizado, somos conscientes de ello, vamos a incluir aquí para deleite del lector, una serie de cláusulas que se incorporaban a los contratos de maestras en España en los años 20. Agárrense los machos: no casarse, no andar en compañía de hombres, estar en su casa entre las 8 de la tarde y las 6 de la mañana, no pasearse por heladerías del centro de la ciudad, no fumar cigarrillos, no beber vino ni cerveza ni whisky, no viajar en coche a solas con un hombre a menos que sea su padre o su hermano o no teñirse el pelo… Sin comentarios.
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Me temo que el contrato de maestras de "España" citado es un conocido modelo de los E.U.A.
En los años 20 en España el whisky era infrecuente. Poca gente sabría ecribirlo corrctamenten en la época.
Las bebidas fuertes típicas eran el c0ñac (o más correctamenten brandi) y el anís. El anís dulce era una bebida típica de mujeres. Si el contrato citado no fuera traducción literal de los norteamericanos que hace años circulan por Internet y hubieran puesto el anís en lugfar del güisqui quizá hubiera colado.
Querido Arturo, nada de traducción, ni de contrato de los E.U.A.
Español por los cuatro costados, tal y como pude comprobar en el contrato de maestra de mi abuela paterna, fechado en 1918 ... y cumplimentado en una "sabana" de papel de un tamaño superior a nuestro DIN A-3 a plumilla !!!!!
Lo del whisky, si bien es literal del contrato, lo cierto es que en aquella epoca no era una bebida demasiado extendida.
El contrato definia perfectamente las competencias de la maestra en cuestión (además de la evidente) como limpiar las dependencias, los encerados, etc , si no que además determinaba de forma inequivoca la longitud de las faldas y hasta el tipo de peinado.
Afortunadamente vivimos en otros tiempos.