Algunas empresas ofrecen a sus trabajadores la posibilidad de elegir qué parte del salario desean cobrar como dinero y qué parte prefieren percibir como productos o servicios. Es lo que se conoce como retribución flexible y tiene entre sus ejemplos más habituales los cheques de comida y los seguros médicos, además de otros como los cheques de guardería o el abono transporte. Con menor frecuencia se dan otro tipo de fórmulas como los seguros de vida, los seguros de ahorro, el renting de coches, las stock options o los cursos de formación.
Con este tipo de pagos, las empresas buscan la satisfacción de sus trabajadores y, en el caso de nuevas contrataciones, atraer a los posibles candidatos sin ver disparados sus gastos.
Aunque al principio pueda parecer un problema, la retribución flexible tiene en realidad más ventajas que inconvenientes tanto para los empleados como para las empresas, que pueden deducirse esos gastos. Para los trabajadores tiene beneficios en la declaración de la renta porque estos pagos están fiscalmente exentos y porque se descuentan del salario bruto, por lo que la base imponible es menor y puede facilitar que el tramo por el que se tributa también lo sea.
Por lo general, la retribución flexible compensa más al trabajador que una ligera subida de sueldo porque puede suponer para él un aumento de hasta un 7% en sus ingresos.
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