El término “gamificación” no es precisamente una palabra bonita. De hecho, la recomendación de la Fundéu es que se utilice el vocablo “ludificación” en lugar de “gamificación”, la traducción forzada del término anglosajón “gamification”. Pero si dejamos a un lado las cuestiones léxicas, el concepto de “gamificación” o “ludificación” sí que es atractivo aunque la palabra no lo sea. Se trata de aplicar las dinámicas de juego a entornos que no son lúdicos, como el laboral.
Cada vez son más las empresas que apuestan por ofrecer a sus trabajadores la posibilidad de entretenerse en la oficina o en el centro de trabajo con algún juego. Las opciones van desde el clásico futbolín, un billar o una diana con dardos hasta, en algún caso, zonas de videojuegos.
Eso en lo que se refiere a las instalaciones, pero también hay otras formas de incorporar la mecánica del juego al trabajo. Por ejemplo, con partidos y torneos de fútbol o de pádel entre los trabajadores de una empresa. O también con algo más novedoso, como promover dinámicas de grupo basadas en un juego para alcanzar unos objetivos y ser recompensado por ello.
Es el caso de Correos, que invitó a sus trabajadores a presentar propuestas de mejora en su página web a cambio de obtener puntos que después podían canjear por regalos. En poco tiempo se registraron más de 50.000 propuestas gracias a esta iniciativa.
El ejemplo de Correos sirve para ilustrar el hecho de que la “gamificación” -que la Fundéu nos perdone- no sólo aporta beneficios al trabajador, sino también a las empresas. Entre los beneficios de jugar en el trabajo se encuentran los siguientes:
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