Hay una pregunta que a casi todos nos han hecho alguna vez (y unas cuantas más) en un trabajo y que no nos gusta contestar: “¿Tú cuánto cobras?”. Eso sí, lo normal es que tu interlocutor disfrace su curiosidad con expresiones como “si no es indiscreción, claro” -¿cómo no va a ser indiscreción preguntar a alguien cuánto cobra?- o “¿te puedo preguntar cuánto cobras?” -“ya lo estás haciendo”-.
La sensación que nos produce esa pregunta es de incomodidad tanto si creemos que cobramos más que el resto como si pensamos (o sabemos) que nuestro salario está por debajo del que perciben nuestros compañeros de trabajo. Por un lado, queremos saber si cobramos más que los demás pero, por otro, no queremos saber si cobramos menos que nuestros compañeros. El tema, en cualquier caso, es tabú cuando, tal vez, no debería serlo.
Es cierto que saber que hay grandes diferencias en el sueldo de los empleados que desempeñan un mismo trabajo y tienen una experiencia, formación y responsabilidades similares puede provocar rencillas entre los trabajadores y hace que los más perjudicados no se sientan comprometidos con su empresa. Pero si lo miramos por otro lado, puede que no sea tan malo que los trabajadores sepamos cuánto cobran nuestros compañeros. Estas serían algunas de las ventajas:
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