Dicen por ahí que el trabajo es salud. Muchos no estaréis de acuerdo con ello y pensaréis que estaríais mejor sentados en el césped de un parque, tomando el sol; pero eso a lo mejor lo decís porque aún sois jóvenes. Los que se acercan al momento de la jubilación o ya lo han superado sabrán que poder trabajar es, al fin y al cabo, sinónimo de buena salud, y que retrasar la llegada de ese momento puede ser beneficioso.
De hecho, muchos trabajadores comienzan un evidente deterioro físico y declive anímico cuando se jubilan y se encuentran con que no tienen nada que hacer para ocupar su tiempo. Es decir, que trabajar más allá de los 65 año puede ser bueno.
1. Un estudio.
Como siempre, y para todo, hay un estudio que avala esta tesis. En este caso nos lo ofrece el Journal of Epidemiology & Community Health, cuyas conclusiones son claras: el riesgo de morir por cualquier causa es un 11 por ciento menor entre los trabajadores que retrasan su jubilación un año. Pero la cosa no queda ahí. Para aquellos que sigan trabajando hasta los 72, las posibilidades de vivir más tiempo también se incrementan.
2. Otro estudio.
El anterior no es un estudio aislado. Existe otro de la Oregon State University que es incluso más detallado y que concluye que los que deciden jubilarse a los 67 tienen un 21 por ciento menos de riesgo de morir, si lo hacen a los 70, un 44 por ciento menos; y si llegan a los 72 años, un 56 por ciento menos. De haberlo sabido el Gobierno, hubiera alargado más aún la edad límite para jubilarse.
3. Interés de las empresas.
Al margen de la decisión que pueda tomar el empleado respecto a su edad de jubilación, a muchas empresas puede no interesarles que sus trabajadores más veteranos se vayan retirando, pues son ellos los que capitalizan el conocimiento y su salida podría suponer una fuga que los nuevos empleados junior no son capaces de suplir. Al final, según todos los expertos, sustituir a los más mayores por jóvenes (y generalmente con empleos precarios) es poco menos que, como se dice por ahí, ‘pan para hoy y hambre para mañana’.
4. Demasiado tiempo libre.
Ya lo hemos esbozado antes. Muchos empleados tienen en sus trabajos su única actividad. O lo que es lo mismo: sin trabajar se aburrirían, no tienen nada que hacer. Pasan de tener su tiempo ocupado a tenerlo libre y no saben gestionarlo. Sobre todo ocurre en casos concretos cuando se trata de personas viudas o separadas cuyos hijos ya están fuera del hogar familiar y de repente se encuentran solos. Esta situación, si no se afronta bien, puede provocar una merma en el ánimo que a su vez puede afectar al bienestar general y a la salud.
5. Vida sedentaria.
La llegada de la jubilación puede suponer también el paso repentino de una vida activa a una vida sedentaria, con los riesgos para la salud que ello conlleva: aumento de peso, pérdida de movilidad, problemas circulatorios, etc. Por tanto, alargar la vida laboral más allá de los 65 puede llegar a suponer una vida más saludable y mantener un estado físico mejor. Es decir, dependiendo de la persona, el desgaste físico que supone trabajar tiene efectos menos negativos que no trabajar, compensados con creces con los beneficios de estar más activo.
6. El Estado sale ganando.
Para las arcas públicas, tener trabajadores en activo más allá de los 65 años es beneficioso, pues siguen aportando dinero con sus impuestos y el Estado se ahorra tener que pagarles la pensión. Es decir, al Estado le conviene que los trabajadores nos retiremos más tarde. La cuestión es conocer si el mercado laboral es capaz de absorber toda la demanda, la que no se jubila y los jóvenes que se incorporan de nuevas.
7. Pensiones más altas.
Aquellos trabajadores que continúan trabajando puede que lo hagan también por motivos económicos como por ejemplo llegar a cotizar los mínimo para llegar a tener una pensión, o simplemente para que ésta sea más alta. De hecho, tras la entrada en vigor de las últimas reformas del Gobierno, por cada año completo cotizado a una edad superior a la legal de jubilación, el porcentaje adicional para la pensión es del 2 por ciento si se han acreditado al menos 25 años cotizados al cumplir dicha edad. Cuando se acrediten entre 25 y 37 años cotizados, el porcentaje a aplicar es del 2,75 por ciento; y si se han cotizado más de 37 años, el aumento es del 4 por ciento.
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